viernes, 6 de febrero de 2009

"Chinoiseries"






En la primavera del 2008 apareció "Una dulce historia de mariposas y libélulas", escrito por Jordi Sierra i Fabra.

Este fue el segundo libro de dicho autor -un género en sí mismo, según sus propias palabras - que ilustré para Siruela y el tercero que he ilustrado hasta ahora del prolífico escritor, tan celebrado por unos como criticado por otros. 
El cuarto, en verdad, porque el segundo fue un libro colectivo de Empúries sobre Ópera para el que hice algunas imágenes sobre La Flauta mágica.
Y el primero fue hace muchos años para Cruïlla.

En dichos tres libros - que confieso que son los únicos suyos que he leído - es notorio que el recurso al efecto y a la apariencia son muy importantes. Especialmente en los dos últimos. Así, "Una dulce historia de libélulas y mariposas" es un melodramático texto de ambiente chino en el que la voz narradora aparenta ser oriental. Algo así ocurría ya también en la premiada "Kafka y la muñeca viajera", donde esa misma voz llegaba incluso a aparentar ser la del propio Kafka.

Abordar la ilustración de textos de este tipo resulta relativamente fácil porque del uso de dicho recurso se desprenden eficaces fórmulas narrativas, basadas siempre en clarísimas estructuras, que hacen que el ilustrador pueda dar con el tono simplemente leyendo, sin más análisis, del mismo modo que ocurre con el resto de literatura de género tan apreciada por la industria editorial en nuestros días.  

Dicho de otro modo, ilustrar textos concebidos bajo las premisas del género consiste básicamente en conseguir dar de alguna manera con una fórmula que responda visualmente a la fórmula a la que ha recurrido el escritor. Los ilustradores, al menos cuando hacemos libros, quizás no hagamos otra cosa que eso, movernos por los géneros buscando sus fórmulas para alimentar con ellas la maquinaria de propaganda de nuestro discurso, si es que lo tenemos...

Pero en cualquier caso, una vez dado con la fórmula, y del mismo modo como le sucede al escritor, la principal dificultad consiste ya en intentar dotar de contenido - lo que a mi entender no es posible sin discurso - esa fórmula, intento que en mi tal vez demasiado romántica opinión es irrenunciable por parte de aquellos que aspiren a darle a la cultura algún sentido más que el de vivir de ella y el de ayudar a mantener una industria en pie, objetivos por otro lado necesarios y nada desdeñables por sí mismos, por descontado. 

Así pues, estos son algunos ejemplos de las chinoiseries que hice ahora hace un año con "Una dulce historia de mariposas y libélulas", porque además de vivir de lo que hago y ayudar con ello a mantener una industria en pie, ésta era una nueva ocasión de poder seguir dotando de contenido a la forma.

O al menos, de poder seguir intentándolo.

1 comentario:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.